XIII
Llegamos hasta la Catedral de Florencia
Santa María del Fiore y contemplamos su cúpula a la cual se puede subir. Gran
cantidad de gente adquiere boletos para llegar hasta arriba .Al acercarnos
preguntamos si hay ascensor, pero la respuesta es negativa. La Cúpula de
Brunelleschi nadie la alterado con aparatos eléctrico y se mantienen igual
desde hace la Edad Media. Natalia renuncia a la empresa. Yo pido mi boleto y
empiezo a subir por escaleras estrechas y zigzagueantes. Poco a poco se
asciende, pero de tiempo en tiempo nos detenemos para descansar. Sin embargo,
el descanso es brevísimo para no detener el flujo de turistas que se mueven y
conversan en diferentes lenguas. Entonces piensas que estas escalinatas con
paredes que te rozan casi por todas las partes no son aptas para claustrofóbicos. Tienes personas adelante y
atrás. Están tan cercas que sientes su respiración, sus jadeos. Alguien
pregunta por la altura hasta la cúpula. Son cien metros, dicen. Lo mejor en no
pensar porque el pensamiento es traidor. ¿Y si alguien se desmaya, cómo lo
sacamos? ¿Y si el desmayado soy yo?
Por fin diviso un piso más amplio como para el
descanso. Reanudo la marcha y me incrimino: si hubiese sabido que son cien
metros no me animo. Luego de muchos pasos y muchas ideas negativas, llegas a la
conclusión de estar sometiéndote a una prueba que debes superar para
reconfortarte y demostrar que puedes llegar hasta el final de la meta trazada.
Este ascenso tortuoso es un ejercicio de cualquier meta. Lo importante es
cumplir y sentir que te preparas para otros retos.
Llego a la cima. Por amplios
ventanales el aire bendice nuestro cuerpo y lo refresca; y Florencia se observa toda, inmensa y bella
con sus viviendas y edificios de techos rojos y paredes
amarillas. Desde lo alto de la ciudad te
sientes Gulliver en Liliput: las casas
parecen diminutas, seguidas de espacios arbolados que llegan hasta las colinas
bajo un cielo azul oscuro con nubes
grandes más claras.
Al bajar siento un gran alivio y celebro junto
a Natalia con una copa de vino Caparzo
que amablemente nos recomiendan
en un cafetín en cuyas paredes hay escudos y pinturas que aluden al Medioevo
No hay comentarios:
Publicar un comentario