ELVIRA MUGNO Y MIGUEL MALASPINA,FUNDADORES DE LA FAMILIA MALASPINA EN VENEZUELA.

ELVIRA MUGNO Y MIGUEL MALASPINA,FUNDADORES DE LA FAMILIA MALASPINA EN VENEZUELA.
ELVIRA MUGNO Y MIGUEL MALASPINA, FUNDADORES DE LA FAMILIA MALASPINA EN VENEZUELA.

domingo, 24 de junio de 2007

SEMBLANZA DE MIGUEL MALASPINA,EL VIEJO


J.A De Armas Chitty, de la mano con Lila Seijas. Los acompñan, entre otros, Edgardo Malaspina (con el maletín) .Ortiz, 27 de noviembre de 1993.Cuando saludé al Dr. De Armas Chitty inmediatamente me contestó:"Ese es un honorable apellido, de una familia ilustre que tiene mi más alto aprecio".Mi padre, Alfonso Malaspina, solía decirme que J. A De Armas Chitty fu su maestro de primaria

UNA PAUSA ENTRE EL HOMBRE Y EL ARBOL




Por:José AntonioDe Armas Chitty.




Nota de E.M: Esta semblanza sobre el abuelo Miguel Malaspina, fundador de la familia Malaspina en Venezuela, la publicó el intelectual J.A De Armas Chitty en su libro "Cardumen. Relatos de Tierra Caliente" (1990)

A los pueblos del llano en Venezuela, durante la segunda mitad del siglo pasado, llegaron en plan de aventura, con su dialecto cantarino y sus ojos azules, muchos hijos de Italia.
Son varios los que se recuerdan. Muchos, que venían a ensayar fortuna en esta fértil tierra pobre. En Ipire se radicó Juan Cavalieri, virtuoso en el trabajo, incansable, construyó casas y dejó hijos. Vicente Aronne, laborioso como Cavalieri, y los Mugno, gente fina. A Miguel Mugno le vimos bajo el sol terrible, tal vez en misión artística, ambulando por aquellos pueblos. Recordamos haber visto en su habitación, junto al conocido paisaje de Nápoles donde un árbol sujeta contra un cerro a un castillo, la figura de Leonardo de Vinci. Era un óleo desvaído, quizá recuerdo de familia. Miguel Mugno decía, mirando la figura del Maestro: —Nadie ha sido tan múltiple.
Entre aquellos hombres que un deseo de mejor vida aventara hacia Venezuela, vino muy joven Miguel Malaspina. Era de pequeña estatura moreno, borrascoso. Su cólera verbal era continua.
Casi siempre levantaba en alto un bastón enorme. En el fondo fue siempre generoso y cordial.
Malaspina formó familia Elvira Mugno, mujer ejemplar, le dio ocho hijos y su carácter atenuaba al del marido. Elvira Mugno continúa siendo una mujer excepcional: rezaba a Dios y decía a sus hijos hermosas palabras.
Cuando Malaspina se embriagaba, su obsesión era denigrar del general Juan Vicente Gómez y exaltar al Mocho Hernández. Por esto le recluían en la cárcel del pueblo.
Bien recuerdo una madrugada de diciembre, hace años. Malaspina, ebrio, cantaba desde la cárcel. Pocas veces he oído una música más triste que aquella que subía entre la niebla de la amanecida. Era una balada napolitana. Resumía una honda angustia, un viejo y hondo duelo nómada, de esos duelos que afloran, fluyen y se evaden. La armonía lenta se diluía en crescendos. El verso crecía dentro de la armonía de la balada. En aquel amanecer de diciembre, mientras lejos subía la música sencilla de las coplas, de aguinaldo, la tristeza de un hombre, lejos de su patria, recogía en una canción dulces ternuras remotas.
Miguel Malaspina hablaba apresurado. Tanto, que confundía a menudo voces españolas con italianas. Además, en toda discusión debía prevalecer su opinión. Pero así, con toda su vehemencia, en horas de regocijo o de dolor, el anciano era compañero obligado de ricos y de pobres.
De la familia numerosa vio caer algunos hijos. Al mayor le quemó una fiebre, una fiebre que le talló de los pómulos a los pies. Una hija que se consagró a la escuela y formó hogar honora ole, murió cerca de Zaraza, y otra se quedó fría en las llanuras de Río Claro. Malaspina recibió los golpes con firmeza. Con el corazón arrugado daba a los suyos voces de aliento como un capitán en la tormenta con el barco haciendo agua.
La adversidad continuó hostigándole y el anciano se encorvó un poco. Un, día cualquiera se fue a pique la vida del hijo a quien confiara la orientación de la familia. La humanidad del hijo de Italia sintió una desgarradura como esas con que el rayo abre un roble. Muchos meses anduvo a tientas. En el rostro empezaron a asomársele grietas profundas.
Entre el hato y el pueblo vive cinco años más. Quien le vea sobre el caballo observará que priva en el hombre un empeño en acallar duelos, un afán de aparecer con la altivez de los veinte años.
La barba blanca está en punta. Los ojos han borrado un poco su con el busto inclinado, es el hombre que ha resistido con sangre fría varios golpes adversos.
Por allí se dice que para embellecer la plaza del pueblo era necesario derribar el samán centenario que montaba guardia en el centro de la plaza, y Malaspina interviene en forma ruda. Tumbar al samán era como echarlo a él por tierra. Aquel árbol lo sembró y aporcó tal vez un antecesor suyo. Algo de aquella ramazón estaba en sus venas. Al anciano desconcertaba la peregrina y absurda idea de embellecer los parques derribando los árboles.
El hombre ya estaba cerca de la tierra. Aquel dos de noviembre, en el cementerio, algunos oyeron un monólogo ante las tumbas de sus hijos. Tal vez no fue al cementerio sino la sombra de Miguel Malaspina.
Su fondo rústico no le permitía buscar evasión al dolor contenido, distraer con otras emociones su sufrimiento. Por eso irá como un sonámbulo y le hallarán con lágrimas.
Miguel Malaspina llegó a Venezuela con el señuelo de ser rico, como ya lo habían sido.

Varios conterráneos suyos. Formó familia honorable. Tuvo sus borrascas como un sino que le perseguía de lejos. Con todos fue generoso. La adversidad le había estrujado. Allí estaba, al fin, anciano, con pocos haberes. Si él hubiese podido soñar a esa hora de su vida vencida.
Comenzaba una lluvia fina. el anciano, junto a su casa oyó un ruido hacia la plaza vecina. Inquirió y le respondieron que habían derribado al samán. Trató de incorporarse y se desvaneció. Debió sentir corno un hachazo del lado izquierdo. Después se fue apagando. La noche halló en el pueblo de Ipire dos árboles caídos.





1 comentario:

mercedes mariela possamay malaspina dijo...

hola, soy hija de Ana Elba Malaspina,mi mamà era hija de Amadeo Malaspina, hermano de Alfonzo Malaspina, Nieta de Miguel Malaspina y de Elvira Mugno, mi mamà me contaba que llamaba a su abuelo pamielito y a su abuela malvira, me gusto leer de mi bisabuela y como yo tambien lo nombro es pamielito.