ELVIRA MUGNO Y MIGUEL MALASPINA,FUNDADORES DE LA FAMILIA MALASPINA EN VENEZUELA.

ELVIRA MUGNO Y MIGUEL MALASPINA,FUNDADORES DE LA FAMILIA MALASPINA EN VENEZUELA.
ELVIRA MUGNO Y MIGUEL MALASPINA, FUNDADORES DE LA FAMILIA MALASPINA EN VENEZUELA.

sábado, 18 de febrero de 2017

MEMORIAS DE ITALIA (VERSIÓN COMPLETA)

MEMORIAS DE ITALIA

I
   De Mamavira, nuestra abuela salernitana, conservo vagos recuerdos .La vi un  par de veces en Santa María de Ipire. Era muy blanca, tenía los ojos azules y hablaba una mezcla de español con italiano.
 En nuestra casa de Las Mercedes del Llano, encontré un libro grueso de cocina italiana. No sé si estaba allí desde los tiempos cuando vivió en ella Mamavira o lo trajo luego la tía Carolina al venir a vivir con nosotros. Lo cierto es que yo sólo contemplaba en ese libro, sin  tapas y con sus hojas desencajadas, unas patas de rana. Las miraba y pensaba con asco que alguien pudiera preparar y comer semejante plato. En mis divagaciones infantiles, que no llegaban hasta los más variados gustos gastronómicos de otros pueblos, concluí que el consumo de anfibios por aquellas lejanas tierras de la abuela se debía a la escasez de carne de res, la cual en nuestra casa sobraba, pues siendo Alfonso, nuestro padre, carnicero, la teníamos en el desayuno, el almuerzo y en la cena. Más tarde, cuando estudié fisiología, supe que la preferencia culinaria (por esos batracios y sus ancas)  de los italianos permitió a Luis Galvani descubrir la naturaleza eléctrica del impulso nervioso. Habló al principio de electricidad animal. Volta lo refutó, y estas discusiones científicas permitieron la creación  de la pila eléctrica. Inventos, entre muchos otros en el campo de la medicina, como la electrocardiografía están relacionados con el  descubrimiento galvánico.
 Y a propósito de comida y medicina, fue el estudio de la digestión de los alimentos en las esponjas y en las estrellas de mar lo que llevó al científico ruso Elias Mechnikov a descubrir la fagocitosis cuando descansaba en el puerto siciliano de Mesina: introdujo una espina en el cuerpo trasparente de una estrellamar y observó como la rodeaban células , de manera igual como una astilla en un dedo de una persona que no ha tenido tiempo de sacársela es rodeada de pus. Había nacido la teoría celular de la inmunidad, complementada luego por la humoral de Paul  Ehrlich. Para seguir esa línea en materia de nutrición, Mechnikov , fue el primero el  estudiar el yogurt y sus propiedades y concluyó que su consumo es bueno para frenar el proceso de envejecimiento, luego de lo cual todo el mundo ingiere yogurt para mantenerse saludable.

II

Me enteré de la existencia de Roma en la escuela  con la maestra Dalila, como cualquier estudiante venezolano de las primeras décadas de la segunda mitad del siglo XX, cuando la Historia se estudiaba apenas se aprendía a leer .En nuestra memoria quedaron para siempre la loba, Rómulo y Remo, la  Monarquía, La República ,el  Imperio, Julio César, Marco Antonio, Cleopatra, y otro montón de nombres que vienen y se van; y hasta la palabra “pírrico”, cuyo significado aprendí entonces.
III
Entramos a Roma . Hay muchos semáforos y pocos ruidos de bocinas de los automóviles. A un costado, el río Tíber. En el año 291 a.C , una epidemia azotó la ciudad. La serpiente de Esculapio, dios de la medicina, la salvó. Desde entonces en la Isla Tiberina se construyó un templo en su honor, un recinto sagrado para recordar la curación milagrosa. Los enfermos acudían en peregrinación en busca de la salud perdida. Hoy, en lugar del templo hay  un hospital administrado por El Vaticano. Paganismo y cristianismo juntos.
 Ya estamos en el hotel Aran Park. Está un poco retirado del centro de la ciudad. En los corredores y en el cuarto hay muchas pinturas en claroscuro, sepia o gris , que ilustran  la historia de Roma. Servio Tulio, Publio Cornelio ,Tiberio Graco, Virgilio, Augusto, el Coliseo, una Guerra Púnica, y muchos otros personajes, acontecimientos y ruinas de edificios  están en marcos de madera teñidos con un barniz  plateado de falsa venerable antigüedad.
 Hacemos un recorrido por la ciudad. Construcciones modernas se alternan con las propias del pasado glorioso romano. El Panteón con la tumba de Rafael , el Mausoleo  de Adriano, ahora Castillo de Sant Ángelo, otrora fortaleza de papas y cuyo nombre recuerda la peste que el 590 azotó a Roma. El papa Gregorio I vio al Arcángel de San Miguel con su espada sobre el castillo, señal de que la epidemia había sido vencida.
  En la Fontana de Trevi no cabe un alma más. Todos quieren lanzar una moneda hacia donde  están las estatuas de Neptuno , la Abundancia, la Fertilidad y la Salubridad(Salus: hija de Esculapio. Es la misma Higea de los griegos).Hay que hacerlo de espaldas y con la mano derecha por sobre el hombro izquierdo. El lanzamiento de una moneda asegura el regreso a Roma; dos, un nuevo romance; y tres, matrimonio o divorcio. En plena revolución técnico-científica el hombre sigue profesando el pensamiento mágico que nos legó la prehistoria.
Regresamos. Es casi medianoche y la gente pasea bajo una luna grande. Recorremos  la Vía Ostiense por el sitio donde supuestamente  fue decapitado San Pablo. Según la leyenda la abadía Tre Fontana recuerda que su cabeza rebotó tres veces y originó tres fuentes.
 En el hotel  Natalia y yo celebramos con vino y trufas.
IV
  En la madrugada observo desde el balcón el jardín que rodea el hotel. Hay un silencio absoluto, extraño y misterioso. Es la misma ciudad, cuya historia no se puede conocer sin asociarla a hechos ruidosos, sangrientos, tumultuosos. Enfrentamientos bélicos, conquistas, intrigas palaciegas, pugnas familiares impúdicas e inmorales por el poder, vesania con sangre real, patricios, plebeyos ,los senadores clavando sus puñales sobre el cuerpo de César ,la algarabía de la turba enardecida en el circo…Todo cruza mi mente en una mezcla de cine y lecturas en la vigilia del parque inmóvil.
A las seis de la mañana los pájaros cantan, pero no veo ninguno. Salgo. El rocío se siente en los zapatos ; aquí, el crujir de mis pasos; más allá, un  rumor de aguas . Un cuervo grazna sobre un pino. El manto de los olivos cubre el camino de rosas blancas. Unas tupidas enredaderas son las fronteras del hotel.
Saludo al vigilante. Se llama Alfonso . Alimenta a unos gatos que están a su alrededor con aspecto callejero, mientras comenta que la ley los protege.
-Los animales merecen respeto, dice, y agrega: Roma es una ciudad tranquila. Está urbanización se llama Fuente Maravillosa. Aquí viven los ricos. Estamos cerca de la Vía Apia…
 La Vía Apia es la construcción que simboliza la grandeza romana en materia de caminos. Sirvió a los romanos  no sólo para triunfar en encuentros bélicos importantes, sino también para derrotar a los pantanos palúdicos , expresión redundante porque paludismo en latín evoca a los pantanos ( cuyo otro nombre en italiano es malaria: mal aire , ) que antiguamente cubrían el sendero. Ambos términos, como se nota, surgen entre los romanos y relacionan la etiología de la afección con algunas emanaciones perniciosas. No eran tiempos de pensar en mosquitos.
  Las laderas de la Vía Apia se convirtieron en  la última morada de los esclavos derrotados que acompañaron a Espartaco. Fueron crucificados.

V
 Hoy recorrimos las calles de Roma; tal vez tuvimos un orden en nuestro paseo, pero en mis recuerdos  reina el caos. Las termas de Caracalla no sólo era un espacio para la diversión, sino también una fuente para mantener la salud, cuya triada en el mundo grecorromano la conformaban la higiene, las dietas y el ejercicio físico. Los baños calientes y fríos tomados en las termas de Caracalla eran un mecanismo para fortalecer las defensas del organismo al aumentar su capacidad de adaptación. El Circo Máximo , construido en el lugar donde fueron raptadas las sabinas, recuerda las carreras de carros, pero también la forma primitiva de conformar una familia, la guerra  entre romanos y sabinos y su reconciliación, hechos que simbolizan la paz como destino final de odio entre los pueblos.
 El Palatino , legendaria morada de Remo(754 a.C),  luego residencia de Augusto y  de los reyes que le sucedieron. Augusto se hizo amigo de los médicos después que Antonio Musa  trató exitosamente sus padecimientos de reumatismo(10 d.C). Como Musa además de médico era botánico, Carlos Linneo usó su apellido para denominar a la familia de vegetales parecidos al plátano (Musa Paradisíaca).
El Foro, el templo de Hércules y la Fortuna son apenas fugaces visiones llenas de historia. La Colina del Capitolio, en cuyos terrenos se encuentra la Roca Tarpeya, alegoría del fin de los traidores: la romana Tarpeya colaboró con los sabinos en contra de su gente, siendo despreciada por ambos pueblos en pugna y arrojada desde la roca que lleva triste y vergonzantemente su nombre. El teatro de Marcelo, construido en honor de Marco  Claudio Marcelo, sobrino de Augusto, quien murió (23 a.C) con sólo 19 años de edad de una enfermedad sospechosamente parecida a un envenenamiento. Cruzamos la Vía del Corso y llegamos a la Plaza Venecia que alberga las ruinas del Ateneo de Adriano, quien en el 118 d. C liberó a los médicos del servicio militar. La Columna de Trajano, la Basílica  de San Juan de Letrán, la primer iglesia del cristianismo,los restos de la Basílica de Constantino. La leyenda afirma que enfermó de lepra y el paganismo aconsejaba bañarse en la sangre de tres mil niños, cuyas madres pidieron clemencia. San Silvestre se le apareció en un sueño y lo curó, motivo por el cual se convirtió al cristianismo.  Las murallas aurelianas para defender la ciudad de los bárbaros. La  tumba-pirámide de Cayo Cestio, quien la mandó a construir en tiempos de la egiptomanía que envolvió a Roma tras los escándalos de Cleopatra.

  En El Vaticano, desde la Plaza de San Pedro, nos señalan las ventanas papales. Están cerradas, y eso significa la ausencia del Sumo Pontífice.
 En La Capilla Sixtina la gente recorre  su pequeño recinto  y habla en todos los idiomas. Cuando el volumen de las  conversaciones aumenta tanto que no se escucha nada, entonces uno de los vigilantes  de la Gendarmería Vaticana con su elegante vestimenta religioso-policial, pide silencio con un fuerte grito en inglés: sailen plis. Natalia y yo nos sorprendemos y no podemos evitar una sonrisa por no soltar una irrespetuosa carcajada.
 Una señora está sentada y cambia el pañal del  hijo que carga en sus brazos. Disimuladamente coloca los desechos debajo del banquillo. Lo divino y lo profano juntos; la beatería y la hipocresía dándose la mano en la más famosa y sagrada de las capillas del cristianismo, casi frente a Dios y totalmente en presencia de las magníficas  obras pictóricas de  los semidioses Miguel Ángel, Rafael y Botticelli.

Entramos a la Basílica de San Pedro  donde está enterrado el fundador de la Iglesia y primer papa. Su tumba y la  de Juan Pablo II son las más admiradas. Eso me parece.
En el Coliseo o Anfiteatro de Flavio, espacio para el ocio del pueblo romano, recorremos los pasillos  entre grandes bloques de piedra. En una de esas paredes, en su parte más alta, está dibujado un gran pene sobre un arco o fornix. Durante los espectáculos las prostitutas recibían a sus clientes bajo esas bóvedas ; y de fornix, fornicar.
 Observamos las ruinas del Coliseo: el suelo de madera, el cual se cubría de arena para los combates, está cortado especialmente para dejar ver el subsuelo, donde se alojaban las fieras. La escuela de gladiadores, llamada Ludus Magnus, estaba unida al Coliseo por un pasaje  subterráneo, a través del cual se trasladaban los combatientes hasta la arena. Me imagino a Galeno, en el siglo II, socorriendo a los gladiadores heridos. A pesar de que  Galeno hizo sus descubrimientos anatómicos y fisiológicos  en animales es muy probable que haya comprobado sus experimentos estudiando las heridas graves de sus pacientes luchadores.
 El Anfiteatro de Flavio se popularizó con el nombre de Coliseo porque muy cerca estaba una estatua gigantesca o colosal de Nerón, el emperador que temía ser envenenado y por eso agregó a la poción de Mitrídates  carne de víbora porque las mismas no mueren con su propio  veneno, suponía. Mitridatismo o resistencia  a los venenos es un término proveniente de Mitrídates IV, rey del Ponto (120-63 a.C), enemigo de Roma. Tomaba mezcla de venenos en pequeñas cantidades diariamente para obtener inmunidad y no pudieran envenenarlo. Cuando fue vencido no pudo suicidarse con veneno, método usual para evitar la humillación de la derrota. Se clavó una espada.

 Llegamos hasta la iglesia de San Pedro encadenado construida en el 442 .Alberga las cadenas que llevó San Pedro por nueve meses antes de ser crucificado con la cabeza abajo, por deseo propio al considerarse indigno de morir como Jesús, en el año 67. Aquí está también el mausoleo de  Julio II, el Papa guerrero, constructor de la Basílica de San Pedro ; y el Moisés de Miguel Ángel.

Nuestra última visita por hoy es a la Basílica de Santa María la Mayor, un verdadero compendio de historia, construida por Sixto III para rendir homenaje a la Virgen María como Madre de Dios. Nestorio, Patriarca de Constantinopla (428) decía que María era la madre de Jesús, pero no de Dios. Esa afirmación escandalosa fue considerada una herejía por el Concilio de Éfeso en el 431. Nestorio fue expulsado de la iglesia y María fue declarada Madre de Jesús y de  Dios también. Para ratificar esa doctrina mariana se construyó la Basílica. Este conflicto religioso se reflejó en la historia de la medicina: Nestorio y sus seguidores expulsados fueron perseguidos y por eso emigraron a Persia y Mesopotamia, allí  trabajaron en labores sanitarias y enseñaron la medicina griega. Tradujeron a árabe a Hipócrates, Galeno, Dioscórides (padre de la farmacología), Oribasio y Pablo de Egina, destacados médicos de Bizancio.
En esta Basílica hizo su primera Misa San Ignacio de Loyola en 1538;  se encuentran los restos del pesebre donde nació Jesús, según la leyenda; las tumbas de varios papas y la de Paulina Bonaparte, quien estando en su lecho de muerte en 1825 se vistió con su mejor traje y pidió ser enterrada entre Sumos Pontífices. No quería ser menos que su hermano, parece ser.
VI

Son las cuatro de la madrugada silenciosa y fresca a pesar de que los árboles no se mueven. Nos dirigimos a Pompeya. Las carreteras bien asfaltadas tienen cada cierta distancia una pantalla para el control de la velocidad. Entre Los Montes Apeninos  se ven unos nubarrones, pero a las seis y media aparece un sol radiante.  A la derecha una señalización: Salerno. En esta ciudad surgió  en la Edad Media la primera Escuela de Medicina, fundada, según la leyenda por cuatro médicos uno judío, uno griego, uno árabe y uno cristiano. Ese origen representa en forma poética la influencia de varias culturas en la conformación de la escuela. En el 1221 Federico II reglamentó el ejercicio de la medicina. La carrera duraba cinco años con uno más de práctica tutelada. Antes era necesario cursar Lógica por tres años. Otros requisitos exigidos eran ser hijo legítimo y tener una edad mínima de 21 años. Al final se hacía un examen público y en la juramentación los nuevos médicos recibían el título de Doctor, un anillo, un libro y un beso de paz.
Atravesamos viñedos extensos. Probamos Lágrima de Cristo, un vino de Campania . La leyenda dice que Satanás robó en el Paraíso  las tierras donde son cultivadas las uvas para este vino, las cuales fueron bendecidas por las lágrimas del propio Cristo.
 En 1370 en Tarento apareció una enfermedad producto de la mordida de una araña. El nuevo mal fue bautizado como tarantulismo y a la araña se le llamó tarántula. La enfermedad se extendió por estas tierras que recorremos ahora y consistía en dolores y convulsiones que sólo se aliviaban con música y baile para supuestamente sudar el veneno. Enfermaron tantas personas que el mal se convirtió en una epidemia catalogada de psicosis colectiva, y de la cual solo queda el baile de la tarantela.
Ya el Vesubio imponente nos acompaña. Plinio el viejo (23-79), quien era asmático y probablemente sufría de gastritis o de reflujo gastroesofágico, murió cuando quiso investigar la erupción de muy cerca. Su sobrino, Plinio el joven (61-113) dice que al encontrarlo parecía una persona dormida y no un cadáver. No tenía heridas. En su carta sobre la erupción Plinio explica que “…Se desplomó, supongo yo, al quedar obstruida la respiración por la mayor densidad del humo y al cerrársele el esófago, que por naturaleza tenía débil y estrecho y frecuentemente padecía de ardores”.
 El día es muy claro y el sol quema. Las calles de Pompeya son de piedras que aún conservan las huellas  de las ruedas de los carros que circulaban y sobre las cuales hay restos de rocas volcánicas y piñas de pinos mediterráneos. Cerca de una farmacia está el lupanar con sus camas pequeñas y duras. El prostíbulo sagrado de la entrada de la ciudad para los visitantes, los lupanares ( llamados así los esclavos aullaban  como lobos para indicar su ubicación exacta; una prueba de que valoraban altamente la propaganda comercial), los penes  erectos esculpidos en los suelos, puertas y paredes, indican la importancia que tenía el sexo para aquellos habitantes. Pero hay más: Príapo, dios de la fertilidad y cuyo nombre designa a la enfermedad priapismo,  con su enorme falo era usada contra el mal de ojo. La línea entre el erotismo y la pornografía es imperceptible, desde nuestra perspectiva.
Natalia afirma que a pesar de un aparente desarrollo socio cultural de la ciudad, reflejado en las pinturas y en los teatros, la gente no se había alejado totalmente del mundo salvaje: practicaban el sexo desaforadamente a juzgar por la excesiva propaganda fálica; además,  no tenían mesas. Sí, es cierto. Probablemente no usaban las  mesas tal como las conocemos actualmente .Sin embargo, era la época de los triclinios o tres divanes alrededor de una mesa muy baja para comer y beber casi acostado, y  disfrutar de la dolce vita y del ocio. A propósito, triclinio proviene de kline (cama) y de allí clínica, la palabra más usada en medicina.
En la casa de Menandro me llama la atención la biblioteca: un nicho en la pared para colocar pergaminos y documentos. Hay una pintura con la historia del caballo de Troya de la Ilíada, en la cual se habla de Asclepio como un guerrero que luego se convirtió en el dios de la medicina.
En los cuerpos humanos petrificados por la acción del Vesubio se han encontrado signos de artritis reumatoide.
 En Pompeya la medicina estaba muy desarrollada y era altamente apreciada, según se desprenden de los hallazgos arqueológicos: pinturas con los dioses griegos de la medicina: Apolo, el centauro Quirón y Asclepio ; instrumentos  quirúrgicos de hierro y bronce encontrados en la Casa del Cirujano; el fresco con el médico Iapix arrancando una flecha de la pierna de Eneas, héroe de Troya.
 El  agua llegaba a las casas de Pompeya a través de tuberías de plomo, en tiempos cuando se desconocía el saturnismo o envenenamiento por ese metal.
VII
gViajamos  hacia Nápoles siempre teniendo como acompañante al  Vesubio. Atravesamos los campos Flégreos con numerosas fuentes de aguas  termales que los romanos emplearon para tratar sus dolencias. Nápoles en la mitología griega se relaciona con  Parténope , una de las sirenas cantoras. Su voz melodiosa atraía a los pasajeros y los hipnotizaba hasta el punto de olvidarse de comer y beber. Este encantamiento mitológico no es más que una manifestación del poder de la música sobre la mente y el espíritu o musicoterapia.
 En la ciudad pasamos por  el  Castillo Maschio Angioino (Torreón de los Anjou), o  Castel Nuovo. Aquí  Boccaccio escribió el Decamerón, el cual se relaciona con la epidemia de peste que azotó la región.

El Teatro San Carlo (1737)  es el teatro de ópera más antiguo del mundo. Aquí trabajó Rossini, cuya obra El Barbero de Sevilla refleja el escepticismo hacia la medicina, en una época cuando los barberos también eran cirujanos.
La sangre de San Genaro, patrón de Napoles, se licúa todos los 19 de septiembre, día de su muerte en la catedral de Santa Clara. La iglesia lo considera un milagro; los médicos creemos que el fenómeno es incompatible  con el proceso de coagulación de la sangre; mientras que los químicos hablan de su posibilidad si se acepta que la sangre del santo es un líquido no-newtoniano, es decir, cuya viscosidad varía con la temperatura. Pero la fe anticoagulante  de los napolitanos  se extiende también  hasta Santa Patricia, cuyo diente conservado en la iglesia de San Gregorio Armeno, emana sangre de tiempo en tiempo.
 En la  capilla de Sansevero o Templo de la Piedad, del siglo XVIII,  se encuentran las máquinas anatómicas  del príncipe Raimondo di Sangro (1710-1771). Raimondo fue un científico alquimista que hizo inventos de todo tipo: armas, pinturas, imprentas. Realizó experimentos para resucitar muertos y practicó la anatomía. Sus máquinas  son dos modelos anatómicos, con cadáveres de ambos sexos, que representan el sistema circulatorio y contienen algunos órganos.
VIII

 Mis primeras noticias sobre Capri las tuve a través de  algunos médicos famosos .Inicialmente   supe de la isla  cuando leí “Sensaciones de viaje”, del galeno y escritor modernista Manuel Díaz Rodríguez. Luego encontré “Tiberio, historia de un resentimiento”, de Gregorio Marañón. Más tarde,  con Axel Munthe, quien se convirtió en 1880, a los 23 años, en el Doctor en Medicina más joven de Europa, obtuve otras referencias. Pero antes, con Suetonio, citado en los estudios sobre la evolución darwiniana en bachillerato, también oí hablar de la isla por sus descubrimientos de fósiles muy antiguos.
 Llegamos al puerto de Marina Grande. Díaz Rodríguez subió en mula hasta la ciudad. Nosotros usamos el funicular  y los carros  pintorescos, únicos y peculiares de la isla.
 El regocijo y disfrute espiritual se inicia con la travesía marítima. El barco recorre  parajes, mientras se acerca a los farallones, arcos naturales y grutas. El azul del cielo soleado y claro, la brisa y las gaviotas son parte del magnífico paisaje. En lo alto se divisa la villa de Tiberio, quien dirigió el imperio desde ese refugio. Hay muchas versiones para explicar la elección del emperador. La más probable es que era un hombre hipocondríaco y huía de la multitud. Los defensores de la teoría humoral creían que el hipocondrio emanaba vapores que provocaban la enfermedad.
Marañón cita a Plinio, Suetonio y Tácito. Estos historiadores lo describen con úlceras y tumores en el rostro que ocultaba con emplastos. De allí su resentimiento y su temor al público. El médico español cree que Tiberio padecía de sífilis, sin descartar la lepra. Sus llagas eran curadas  por médicos egipcios con cauterizaciones que lo producían ulceras más profundas. Era el método curativo de la época recogido por Hipócrates en una de sus sentencias: “ Lo que la medicina no cura, lo cura el hierro (la cirugía), y lo que no cura el hierro, lo cura el fuego…”
 Tiberio se refugió en Capri, según Marañón, por su tendencia enfermiza a la soledad. “El hombre del continente que se encierra en la isla lo hace porque, precisamente, su alma necesita del pequeño cosmos limitado; como ciertos pájaros prefieren  el universo dorado de su jaula al vasto mundo, lleno de esfuerzos y peligros”.
A Tiberio le gustaba hacer las veces de médico, pero odiaba a estos profesionales. En las guerras atendía personalmente a los soldados heridos y se preocupaba por sus medicamentos, comida y baño. No obstante, desde muy joven decidió prescindir de los facultativos. Simplemente los odiaba. En su última enfermedad sintió dolor en un costado, fiebre y escalofrío. Tenía una pulmonía, casi seguro.  Murió poco después de negarse a que el médico Charicles le tomara el pulso.

IX
Subimos por callejuelas hasta un pequeño restaurant para almorzar. Estamos al aire libre rodeados de plantas. Todo es colorido, fresco y luminoso. Cerca, un patio con una fuente. Los compañeros de viaje le obsequian a Natalia un ramo de flores y una torta con motivo de su cumpleaños. Hacemos un brindis en medio de expresiones alegres.
No muy lejos del restaurant nos invitan a una degustación de un licor, especialidad de la isla: el limonchelo. La bodega se llama La Magia del limón. En vasitos probamos diferentes sabores frutales de varios colores  pero siempre sobre la base del limón. En los estantes hay botellas de todos los tamaños y de todas las formas posibles, como para todos los gustos.
Por un sendero estrecho y largo subimos hasta los Jardines de Augusto. A los costados se encuentran muchas villas hermosas cubiertas de ramas floridas. Hay también tiendas de dulces y refrescos, cuyas fachadas se adornan con limones gigantes  amarillos que cuelgan por todos los ventanales  de atención al público.
    Desde los Jardines de Augusto, con sus pinos y palmeras, nos arropa la brisa mediterránea.  Sentados en este balcón natural  contemplamos el atardecer  sobre los farallones con el arrobamiento conmovedor del espíritu que sólo puede producir lo romántico asociado al vértigo.
Bajamos lentamente para ver cada casa con sus muebles, pinturas y rosaledas. En un alto observo un mosaico con el rostro de Máximo Gorki, el creador del socialismo real en la literatura. Aquí vivió su exilio dorado y se curaba de la tuberculosis. Aquí escribió Relatos de Italia, una recopilación de cuentos que leí cuando era estudiante de medicina en Moscú.
 Pero a mi esposa Natalia no le cae bien Gorki. Dice que su exilio cuando Stalin gobernaba en la Unión Soviética sólo tiene una explicación: ignorar los horrores del estalinismo. Regresaba a Moscú y recibía honores del sátrapa. La gente le planteaba lo terrible de vivir bajo la mano del dictador con la esperanza de que con su autoridad y prestigio lo divulgara al mundo. Gorki sonreía, callaba y regresaba a su exilio pagado por el Coba.
De vuelta en el barco descorcho una botella de vino para brindar por mi esposa. Pepe, el amable guía napolitano, se inclina hacia Natalia y entona, en voz baja y melodiosa,  un canto italiano de cumpleaños.
X
A través de la región de Umbría nos dirigimos a Toscana. El clima es fresco. Pasamos castillos,  campos roturados, pinos y  huertos de girasoles. A los lejos se ven trenes rápidos.
 En Florencia avistamos la Basílica de Santa Cruz, donde están enterrados Maquiavelo, Galileo y Miguel Ángel. Aquí, en 1817, Stendhal  se sintió enfermo: “Había llegado a ese punto de emoción en que se encuentran las sensaciones celestes dadas por las Bellas Artes y los sentimientos apasionados. Saliendo de Santa Cruz me latía el corazón, la vida estaba agotada en mí, andaba con miedo a caerme”. Lo descrito por el escritor francés se denomina Síndrome de Stendhal, consecuencia de los efectos producidos por la maravillosa y abrumadora belleza de las obras de arte. Los síntomas consisten en palpitaciones, vértigo, confusión, temblor, depresión y alucinaciones. La psiquiatra  Graziella Magherini comprobó y documentó estadísticamente en 1979 la vigencia de síndrome, el cual es particularmente endémico de esta ciudad.
 FFCaminamos bajo la lluvia. Al mismo tiempo que empieza a llover saltan montones de vendedores de paraguas. Llegamos hasta la Plaza de la Señoría y nos ubicamos en la parte techada entre mucha gente y estatuas. Una pareja contrae matrimonio y junto a sus alegres acompañantes espera con nosotros el cese de la lluvia.
Aquí funcionó la Hoguera de las Vanidades, donde Girolamo Savanarola quemaba todo lo que parecía un lujo, incluyendo libros como los de Boccaccio. Savanarola, quien empezó a estudiar medicina, que luego  abandonó por la teología, predijo guerras y epidemias de sífilis  y se enfrentó al poder político y eclesiástico. Sus luchas terminaron en esta plaza, colgado y lanzado a las brasas en 1498.
Mientras llueve contemplamos las esculturas de la plaza. El Perseo con la cabeza de la medusa Gorgona de Benvenuto Cellini nos recuerda que Asclepio, dios de la medicina, uso la sangre emanada por la decapitación para resucitar a los muertos, lo que podemos entender ahora como una forma mitológica de transfusión de sangre o de reanimación. El Más Allá podía quedar despoblado por eso Zeus decidió  matar a Asclepio con un rayo. Esta es  la manera mitológica de decir que los médicos luchamos contra la muerte y posponemos su llegada. Pero al final ella nos gana la partida.
Dos obras expuestas en esta plaza sirven para establecer diferencias claras desde la perspectiva de la anatomía. Por un lado, la copia del   David de Miguel Ángel (1500); y por otro,  el Hércules de Bandinello.  El segundo envidiaba al primero, y para superarlo quería esculpir algo grandioso, gigante. Su Hércules (1533) tiene, tal vez, mil músculos; ignorando que el cuerpo humano tiene sólo seiscientos cincuenta.  Cellini dijo que parecía un saco de melones. En efecto, Bandinelli no había estudiado la anatomía como Miguel ángel lo que no le permitía alcanzar la perfección a la hora de esculpir un cuerpo humano.   Miguel Ángel estudió anatomía 20 años en el convento del Santo Espíritu de Florencia.
XI
    Escampa y hace un poco de sol. Para recorrer la ciudad cada uno se va  por su lado de acuerdo a sus gustos  e intereses artísticos  y acordamos encontrarnos en la Puerta del Paraíso, la obra magistral de Lorenzo  Ghiberti construida en 1452 con escenas del Viejo Testamento en la Catedral de Florencia.
 Llego hasta la Galería de la Academia .Hay una larga cola. Titubeo y me pregunto si hacer un recorrido por el casco histórico  en unas carretas tiradas por caballos  y disfrutar de una panorámica general de la ciudad  o seguir esperando para ver el David original; pero al final decido quedarme. Llueve nuevamente de manera intermitente. Un poco de lluvia se alterna con un poco de sol. Estoy empapado a pesar del paraguas que me vendieron unos africanos. Exactamente estuve una hora para entrar.
 Dentro del museo hay muchas obras de Miguel Ángel, pero la gente se agolpa alrededor del David, perfecto e intocable. El rito consiste en esperar su turno para admirarlo y luego sentarse y seguir contemplándolo de lejos. La larga espera  se recompensa con unos minutos de meditación frente a la escultura magistral. Me parece que todos oran en silencio como frente a un altar y ruegan por las cosas bellas de la vida. El David de Miguel Ángel, según se ha dicho desde el Renacimiento, se prepara para su combate decisivo contra Goliat ; y cada uno de los amantes del arte que lo observa de tan cerca con arrobo casi religioso pide fuerzas para continuar la lucha que implica el sólo hecho de existir.

 Salgo con la satisfacción  de haber visto el original del David y no haberme conformado con la copia en la Plaza de la Señoría.  Por una callejuela sigo sin un rumbo determinado. Un anciano de barba blanca, como salido de una de esas pinturas del siglo XIX,  está sentado en una acera. Fuma pipa y toca el acordeón. Al verme entona música de mariachis. Se llama Marcelo, es napolitano y fue marinero en sus mejores tiempos. Me siento junto a él y le pido una canción de su pueblo,  y  con gusto la saca  en su instrumento que parece pieza de museo. Con alegría y tristeza recuerdo al abuelo Michel Malaspina, quien según José Antonio de Armas Chitty cantaba melodías napolitanas en sus momentos de nostalgia en Santa María de Ipire.
   Un grupo de personas está alrededor de un Cupido de carne y hueso, pero empieza nuevamente la lluvia y ahora con gran intensidad. A Cupido se le chorrea la pintura que lo transformaba en escultura  y no le queda más remedio que correr hasta un pasillo techado.  Natalia y yo entramos a un bodegón y con ensalada mediterránea brindamos con vino toscano mientras mejora el tiempo.
XII
             En Ponte Vecchio me acerco a un grupo de turistas. Hablan de Boccaccio y su Decamerón, cuyo inicio tiene que ver con la peste que azotó a Florencia en 1348, a partir de la cual se enlazan los cien relatos del libro. Las aguas del Arnes fueron testigos de la mortandad, dice uno. Citan a Boccacio: los médicos ordenaron limpiar la ciudad, prohibieron la entrada de gente proveniente de ciudades infectadas. Sin embargo, los enfermos morían, incluso a pesar de las oraciones. Cuando salían unas ampollas hinchadas  como huevos en la ingle o en la tetilla izquierda, se diagnosticaba el mal. Las manchas negras  en brazos y piernas significaban la muerte al tercer día de su aparición. Se creía que la dolencia se transmitía al hablar con el  enfermo, tocar su ropa o un objeto que hubiese estado en contacto con el desdichado. Unos cerdos rompieron la vestimenta de un enfermo y a las pocas horas murieron. El pestoso moría solo, sin ninguna ayuda, porque nadie quería visitarlo, lo que Boccaccio calificó de  proceder bastante inhumano y cruel: uno abandonaba a su propio hermano enfermo; la mujer a su esposo; y lo más increíble cuando el padre y la madre huían de los hijos afectados. Pocos hombres ofrecían cuidados al paciente por grandes cantidades de dinero para acompañarlos en su despedida final. Se vieron casos cuando enfermo y cuidador murieron juntos. Las mujeres contagiadas se sentían tan mal que perdían la vergüenza a la desnudez. La gente se desayunaba en sus casas y  cenaba en el  otro mundo. Los entierros se hacían con pocas oraciones para alejarse lo más rápido posible de la fosa.
 Algunos pensaron que estarían a salvo si comían y bebían poco y apartándose de los amigos. El sexo se prohibía; en cambio se recomendaba oír música. Pero había otras opiniones: el mal se evitaba  con vino abundante, manjares de todo tipo y mucho sexo. Alegrarse, reír y bailar también espantaba la peste, como consecuencia no se lloraba a los muertos y así se conservaba la salud. Para el mal olor proveniente de los cadáveres se ponían en la nariz  hierbas aromáticas y flores. Los hombres y mujeres   huían de Florencia a los campos aledaños…

     Nos alejamos del grupo. Preferimos respirar la fragancia renacentista de la ciudad acogedora,  hermosa y festiva, antes de seguir escuchando los relatos tristes que casi nos hacen percibir las emanaciones letales  que la impregnaron hace siglos de pena y desconsuelo.
XIII
      Llegamos hasta la Catedral de Florencia Santa María del Fiore y contemplamos su cúpula a la cual se puede subir. Gran cantidad de gente adquiere boletos para llegar hasta arriba .Al acercarnos preguntamos si hay ascensor, pero la respuesta es negativa. La Cúpula de Brunelleschi nadie la alterado con aparatos eléctrico y se mantienen igual desde hace  la Edad Media. Natalia  renuncia a la empresa. Yo pido mi boleto y empiezo a subir por escaleras estrechas y zigzagueantes. Poco a poco se asciende, pero de tiempo en tiempo nos detenemos para descansar. Sin embargo, el descanso es brevísimo para no detener el flujo de turistas que se mueven y conversan en diferentes lenguas. Entonces piensas que estas escalinatas con paredes que te rozan casi por todas las partes no son aptas para  claustrofóbicos. Tienes personas adelante y atrás. Están tan cercas que sientes su respiración, sus jadeos. Alguien pregunta por la altura hasta la cúpula. Son cien metros, dicen. Lo mejor en no pensar porque el pensamiento es traidor. ¿Y si alguien se desmaya, cómo lo sacamos? ¿Y si el desmayado soy yo?
 Por fin diviso un piso más amplio como para el descanso. Reanudo la marcha y me incrimino: si hubiese sabido que son cien metros no me animo. Luego de muchos pasos y muchas ideas negativas, llegas a la conclusión de estar sometiéndote a una prueba que debes superar para reconfortarte y demostrar que puedes llegar hasta el final de la meta trazada. Este ascenso tortuoso es un ejercicio de cualquier meta. Lo importante es cumplir y sentir que te preparas para otros retos.
                Llego a la cima. Por amplios ventanales el aire bendice nuestro cuerpo y lo refresca;  y Florencia se observa toda, inmensa y bella con sus viviendas  y  edificios de techos rojos y paredes amarillas. Desde lo alto de  la ciudad te sientes Gulliver  en Liliput: las casas parecen diminutas, seguidas de espacios arbolados que llegan hasta las colinas bajo un  cielo azul oscuro con nubes grandes más claras.
 Al bajar siento un gran alivio y celebro junto a Natalia con una copa de vino Caparzo  que  amablemente nos recomiendan en un cafetín en cuyas paredes hay escudos y pinturas que aluden al Medioevo.
XIV
      Nos encontramos con Isabel, una anciana maestra mejicana del grupo de turistas. La acompaña su pequeño hijo, quien no pasa de los quince años y es muy inquieto y parlanchín. Nunca calla y se mete en todo. Isabel, con  una escoliocifosis  severa que descuadra  sus caderas, es de caminar lento y penoso. Antes de entrar en conversación nos dice disimuladamente, para que no la escuche el muchacho, que no es su madre biológica.  Aclaratoria que  hace para evitar comentarios imprudentes ante la notoria diferencia generacional. Seguramente le habrían preguntado por el nieto, cuando la realidad es que el chico  nunca ha puesto en duda  que anda con su madre. Ahorró toda la vida para llegar hasta Florencia. Se declara admiradora de los Médici y dice que el Renacimiento se le debe a Lorenzo. A usted como médico-continúa- le debe interesar el hecho de que los Médici deben  su apellido a que la primera profesión de sus ancestros era  la de  médicos. Fíjese en el escudo que he visto en algunas calles: tienen dibujados unos círculos, que en realidad son pastillas o como dicen ustedes tabletas a comprimidos, qué sé yo.
 Isabel se acomoda al cuello una pañoleta para agregar: mire, hablando de su carrera, le contaré  una  anécdota que una vez leí no recuerdo dónde: una vez   estaba cenando Lorenzo de Médici con sus amigos  y surgió una conversación sobre los oficios y profesiones en Florencia. Uno dijo que lo que más abundaba en la ciudad eran los artistas, pintores, escultores y artesanos. Otro que los tejedores de paño; y una dama dijo que los joyeros pasaban de cien. Gonella, el bufón, expresó que los doctores eran mayoría en Florencia. Lorenzo sonriendo dijo que sólo había tres doctores florentinos: dos que curaban a todos los habitantes, y Antonio Ambrosio, su propio médico; pero como Gonella insistía en su posición decidieron retarlo para que la demostrara. Gonella aceptó la apuesta y al día siguiente se amarró un pañuelo en la cara y al primero que le preguntó le dijo que tenía dolor de muelas. Inmediatamente le aconsejaron oler tres pelos  quemados de un gato negro, agarrado en el cruce de cuatro calles. Un monje le recomendó calentar vino tinto y beberlo mientras rezaba. Y así Gonella recibía recetas, las cuales anotaba, de músicos, poetas, sabios y campesinos.
 En la tarde el bufón regresó al palacio de Lorenzo, quien  al verlo indagó por la salud de sus dientes. Me duelen mucho, por favor, llame usted a Antonio Ambrosio. No es necesario, contestó Lorenzo: -Entiendo mejor de estas cosas que mi propio médico. Yo mismo te curaré:-  Aplícate compresas de  hojas de salvia hervidas y enjuágate la boca con agua de manzanilla. Además, puedes darte masaje en los carrillos con un saquito de arena caliente. En la noche Gonella tenía trescientos nombres de personas que se creían médicos y más de mil recetas. Había ganado la apuesta. Reímos y celebramos el relato de Isabel. Más tarde supe que lo contado por maestra es un relato de Ítalo Calvino.
 Yo recordé al médico Florentino Antonio Benivieni, quien al final del Medioevo hizo la primera autopsia, para buscar las causas de la muerte, en un paciente que no retenía alimentos en el estómago por tenerlo obstruido con un tumor.

XV

 Desde la ventana del hotel Nuovo Palazzo Di Giustizia   se ve la calle en calma con algunos transeúntes. Una luna que me parece extremadamente grande  la ilumina.
XVI

      Son las siete cuando partimos hacia Venecia con el frescor de la mañana. Atravesamos muchos túneles y divisamos las montañas de los Apeninos y sus bosques.  Por la región de Emilia Romaña el cielo se nubla,  la temperatura se siente más baja y la neblina cubre los tejados de las casas. Por aquí surgió en  la Edad Media una de las primeras universidades en Bolonia, donde nació y estudió Marcelo Malpighi, a quien los estudiantes de medicina se lo encuentran por todos lados por ser el padre de la Histología: su mayor contribución fue la observación de los capilares. Ejerció la Medicina siendo muy querido por sus pacientes. Se dice que era un hombre justo, apacible y de rica sensibilidad a quien  se le atribuye la frase: “Las leyes del universo, siempre están del lado del observador más sensible”.
Particularmente recuerdo a Malpighi por las clases  fisiología: en  el microscopio debíamos repetir sus experimentos  con ranas.
  Cuando uno viaja los ojos están en el paisaje  movible e impresionante por su belleza y colorido; mientras el pensamiento vuela hacia el recuerdo.  En mi caso particular el conocimiento se refresca y hay placer en constatar que se está cerca de donde una vez se hizo la historia médica. En Bolonia nació y estudió Giovanni Battista  Morgagni , quien relacionó en el siglo XVIII los síntomas clínicos con los resultados de la autopsia: Había inventado la Anatomía Patológica. Con su investigación morfológica sistemática y rigurosa, consolidó el método de estudio anátomo-patológico, echó por tierra la doctrina humoral al descubrir en los órganos el sitio de la enfermedad y, con el análisis clínico de cada caso de autopsia, sentó las bases del estudio de correlación clínico-morfológica.             Morgagni aprendió de su maestro Antonio María Valsalva, el de las maniobras ampliamente empleada en pacientes con ciertas enfermedades. Valsalva fue una gran anatomista y en sus autopsias no se detenía ante nada: podía probar los fluidos de un cadáver para tratar  de  determinar  su naturaleza. Una vez escribió: “El pus de la gangrena tiene mal sabor. Deja en la lengua un hormigueo desagradable durante la mayor parte del día".  Ese método recuerda a los médicos chinos e hindúes, quienes probaban la orina de los pacientes para diagnosticar la diabetes.
               En Bolonia también estudió  Lázaro Spallanzani, quien con sus experimentos derrotó  la teoría de la generación espontánea sostenida por el inglés Needham, y así le abrió el camino a Pasteur. Cuando estaba en el bachillerato en el liceo Juan Germán Roscio de San Juan de los Morros, los experimentos de ambos sacerdotes científicos fue motivo de emocionantes discusiones en los laboratorios de Biología entre tubos de ensayo, matraces, sapos, ratones y otros animales para experimentos.
XVII
    Aparece la llanura  Padana amplia, despejada y fértil. De cerca, con sus viñedos y sembradíos de espárragos, se tiene la percepción de que es tan plana como el llano venezolano; pero al alejar la vista este cuadro desaparece: hay árboles grandes en colinas en un fondo nebuloso de trazos amarillos y rosados. El  Po que atraviesa la llanura, en uno de sus tramos, fue convertido en río  de sangre y fuente de epidemias  hace más de mil años: el papa Gregorio III ordenó arrojar los muertos de las batallas con los bizantinos en el río, el cual se contaminó y por más de un lustro en algunos sitios no se pudo comer pescado. La discusión sobre el uso de las imágenes  religiosas fue el motivo de la guerra. Los de Bizancio las negaban, mientras que el papa las aceptaba, muy a pesar de la infalible palabra de la Biblia que las prohíbe; pero donde no hay iconos no hay un atractivo especial para ganar adeptos a la fe, por eso la iglesia aceptó las ideas del filósofo griego Plotino, quien vivió en el siglo II y desarrolló la teoría de las imágenes y su poder curador a pesar  de los mandatos del Decálogo que instan abstenerse de adorar imágenes.  Según Plotino, las imágenes emanan un poder curador (Doctrina de la Emanación).  Las imágenes empiezan a usarse en el tratamiento de las enfermedades; y ahora no hay hospital o clínica privada sin sus capillas, altares y santos con sus respectivas velas.
 Cerca está Padua, en cuya universidad trabajó uno de los más destacados médicos medievales: Pedro de Abano. La Iglesia lo acusó de no creer en los milagros y registrarle las vísceras a los muertos para practicar magia. Murió durante el juicio, pero igual lo condenaron a la hoguera. Unos dicen que su cadáver fue lanzado al fuego; mientras que otros afirman que sus amigos lo robaron y lo sepultaron.
XVIII
     Llegamos a Venecia en un barco que abordamos en Marghera. Desde el Gran Canal se divisa  la Basílica de Santa María de la Salud,  con sus cúpulas y capillas, cuya construcción recuerda la peste que azotó la ciudad en 1630. Un conde fue internado en el Lazzaretto Vechio, un hospital para pestosos; aunque no debió salir nunca, lo hizo y diseminó el mal por toda la ciudad. Los muertos se contaron por miles, y los habitantes  solicitaron ayuda divina, la cual llegó, se supone. En agradecimiento se erigió el templo, en cuyo recinto se le reza a la Virgen de la Salud. Los santos martirizados Cosme y Damián también son parte del culto, quienes el siglo III ejercieron la medicina entre los pobres sin cobrar. La leyenda dice que una vez sustituyeron la pierna de un enfermo de gangrena por la de un negro que había muerto. El arte ha reflejado esta manifestación  de la medicina mística en muchas pinturas donde se ve a un hombre blanco en su lecho de enfermo con una pierna negra. Cosme y Damián son ahora los patrones de los médicos, los cirujanos y los farmaceutas; además, con sus nombres se designan algunas sociedades para trasplantes de órganos.

 En una góndola nos adentramos por los canales de la ciudad. El gondolero  nos cuenta la historia de algún monumento;  sin embargo las mujeres de la embarcación quieren  oírlo cantar como en algunas películas, pero el conductor sólo ríe mientras pasamos por puentes y divisamos balcones sobre nuestras cabezas y gaviotas en la lejanía. Puente Rialto, grita el gondolero-: Tiene más de mil años; el Palacio Ducal que encierra las historias más distantes del gobierno veneciano; el hotel donde se alojó Mozart; la última morada de Wagner; y así sigue, citando edificios y personajes que alguna vez se hospedaron en ellos.
  Al pasar  por el Puente de los Suspiros descorchamos una botella de champaña y brindamos. Alzamos las copas por el amor, la amistad y el momento único de respirar el aire veneciano. No obstante, este puente en realidad recuerda los quejidos dolorosos y no los suspiros placenteros de los prisioneros condenados a muerte que allí se encontraban recluidos.
A propósito, cuando llegaron los  camiones de carga  a Venezuela  en el siglo XX sus primeros choferes fueron italianos, quienes cariñosamente los llamaron gandolas .en recuerdo de las famosas lanchas del mar Adriático.

 Dejamos la góndola para caminar la Ribera de los Schiavoni, un paseo largo y amplio lleno de pequeños establecimientos comerciales y punto de partida para entrar y salir  por las callejuelas de Venecia. En cada oportunidad te da la impresión de ya haber estado en ese lugar, es una forma peculiar de deja vu veneciano; pero luego caes en la cuenta de que es nuevo. Casi todos los puestos de suvenires tienen  sus máscaras y sus pinochos, de diferentes tamaños y colores. Carlos Collodi, el escritor florentino autor del famoso cuento del muñeco de madera, para hilvanar su relato tomó la idea del homúnculo o ser diminuto fantástico  que luego crece y se convierte en humano. Cuando Anton van Leeuwehoek  en 1677 perfeccionó el microscopio pudo ver los espermatozoides. Nicolas Hartsoeker en 1694 también los vio pero pensó que eran los homúnculos, individuos pequeñitos con grandes cabezas. Surgió así en la embriología del siglo XVII la teoría del preformismo, muy en correspondencia con los conceptos mecanicistas de la época, y según la cual  el germen se encuentra ya formado como homúnculo con las propiedades y los caracteres del organismo adulto. Esta idea fue derrotada por la epigenética que  concibe el  organismo como una nueva formación que se desarrolla gradualmente hasta llegar a su estado de embrión maduro.


Luego de caminar por callejuelas sin rumbo fijo llegamos a la Plaza de San Marco. Las palomas se acercan y se posan sobre los hombros de los turistas. Una argentina solitaria nos aborda y dice que aquí surgieron las primeras transacciones  bancarias: el hombre de negocios se sentaba en un banco y hacía sus operaciones mercantiles con sus clientes. Si por alguna circunstancia las cosas no andaban bien con el dinero y se arruinaba, entonces agarraba el banco y lo sacudía contra el suelo, es decir quebraba el banco que era su lugar de trabajo. Fíjense, dice la argentina riendo, esta plaza  encierra la historia  de la honestidad comercial. Antes el mercader  mostrabas honradamente la condición de sus bolsillos para no engañar a sus clientes, ahora se recurren a todas las artimañas para ocultar la verdad, no importa que su economía esté por el suelo.
Entramos al Café Florian, el más antiguo del mundo. Aquí estuvieron Carlo Goldoni , Goethe y Casanova. El último de estos  personajes seguramente era atraído por el hecho de que el Café Florían era el único en su género en aceptar mujeres entre sus visitantes. También estuvieron  Lord Byron , Marcel Proust  y Charles Dickens…
La música clásica en vivo ameniza mientras los comensales se distraen con los platillos de ravioli, los cubiertos de plata, las fotografías o la contemplación del atardecer.  Cuando la orquesta toca El Danubio Azul, me entretengo con La Muerte en Venecia de Thomas Mann. Nos sirven copas de vino Collio. Alguien hace una detonación y las palomas y gorriones alzan el vuelo con alborozo.
 Un barco grande cruza el Adriático; más cerca, góndolas maniobran entre puentes. Las gaviotas se posan sobre las embarcaciones detenidas. Los pintores se mezclan con los vendedores de todo tipo de mercancía, y ofrecen sus cuadros recién elaborados con paisajes del instante.
Reiniciamos la caminata, vagando por todos los rincones de la ciudad. Una placa recuerda a los Medici: otra, es del  hotel Londra Palace, donde se hospedó Tchaikovsky y compuso una de sus sinfonías.
  Una tablilla anuncia un consultorio pediátrico, y no entiendo si es una referencia histórica o de la actualidad veneciana. El coro de Vivaldi. La casa de Petrarca.
Los pasos y las miradas se dirigen hacia el Canal Grande, donde muchas barcas se alinean a lo lejos para dar inicio a una competencia. Es la fiesta en aguas venecianas o Regata Histórica, símbolo de la antigua prestancia y riqueza de la ciudad. Las naves empiezan a moverse y se hacen cada vez más grandes en la medida que se acercan a la orilla.
Tras dejar la algarabía de las embarcaciones nos topamos con la casa donde murió de tuberculosis Christian  Doppler en 1853, descubridor del fenómeno que lleva su nombre: Efecto Doppler. Cuando estamos parados en un sitio podemos decir si un automóvil se está acercado hacia nosotros, o si, por el contrario, se está alejando.  Las ondas se hacen más altas cuando se aproximan, y más bajas cuando se alejan. Es decir, el fenómeno se produce cuando  la fuente emisora de ondas está en movimiento. También se aplica a la luz: si un cuerpo celeste se acerca a la tierra se ve azul, y si se aleja se ve rojo.
 El Efecto Doppler amplio los conocimientos sobre el sonido e hizo entender mejor su materialidad: el mismo interacciona con un receptor y puede ser graficado. Esa interacción permite la orientación y desplazamiento de un murciélago , por ejemplo; y es el principio de los ecosonogramas, sin los cuales no es posible el desarrollo de la medicina contemporánea. Un aparato emite ultrasonidos , los cuales chocan con el objeto estudiado y se regresan para ser transformados en imagen. El Efecto se utiliza también     para detectar el flujo de los vasos sanguíneos y escuchar los latidos fetales.

Con el atardecer regresamos a Marghera y descorchamos  una botella de Chianti Classico.

XIX
Como todas las mañanas otoñales, la de hoy, con su cielo oscuro presagiando lluvia, es melancólica y fría.
A propósito del camino que lleva a Verona empezamos a recordar algunos hechos y personajes en esta ciudad de amores imposibles. No fueron Romeo y Julieta los primeros en sumergirse en una pasión tormentosa; antes, mucho antes, Catulo se volvió loco por una mujer casada, quien, sin embargo, lo aceptaba y luego lo rechazaba para nuevamente acogerlo en su regazo. Aunque se dice que Catulo le cantó con delicadeza lírica, los siguientes versos contradicen esa teoría:

Con nadie más que conmigo dice mi amada que se uniría,
 ni aunque Júpiter mismo se lo pidiera. 
Eso dice: pero lo que dice la mujer enamorada a un amante
conviene escribirlo en el viento y en el agua rápida.


El amor incomprendido de Romeo y Julieta terminó trágicamente y con todo un gran contingente de imitadores, quienes, supuestamente ingerían en altas dosis  para envenenarse  un medicamento que pasó a llamarse “Veronal”, para recordar a los enamorados de Shakespeare. Pero el  Veronal no se relaciona con los suicidios provocados por las pasiones desenfrenadas juveniles, como algunos especulan. Cuando el alemán Adolfo Bayer descubrió la sustancia soporífera la llamó barbitúrico o barbital en honor a Santa Bárbara porque  era el 4 de diciembre, día de  la mártir cristiana. El Dr. Josef Mering decidió probar la efectividad del nuevo fármaco. Emprendió un viaje y se despertó en Verona.

Isabel habla de  un veronés del Renacimiento, Girolamo Fracastoro,  quien demostró que la creatividad es una sola, tanto para las ciencias como para los estudios humanísticos: en un poema describió la naturaleza de una nueva enfermedad venérea y hasta le dio nombre: sífilis.
La plaga era llamada enfermedad española, picazón napolitana, mal francés, italiano, portugués y de otras muchas maneras ofensivas a los respectivos gentilicios, según el pueblo culpabilizado de su propagación. De acuerdo al poema fracastoriano, el pastor Sífilis fue castigado por el dios sol debido a sus transgresiones sexuales. Sífilis como nombre gustó a todos porque no injuriaba ninguna nacionalidad.
La argentina solitaria comenta sobre dos médicos veroneses muy importantes: Lombroso y Capecchi. El último recibió el Nobel por sus experimentos con células madres; mientras que Lombroso, dicen no era tan científico como su paisano genetista porque afirmaba que podía detectar a un criminal por ciertos rasgos físicos.
Bueno-intervengo yo-: Más de una vez he escuchado comentarios como “ese tipo tiene cara de criminal”.
-Yo apoyo las teoría lombrosianas-dice la argentina-  sobre todo en  lo referente a los castigos para los criminales incorregibles: o encerrarlos de por vida o liquidarlos. Es la única manera de defender a la sociedad de manera efectiva.
Luego la maestra mejicana, quien tras su aspecto de anciana venerable con   dificultades motoras, esconde una mente incisiva , una buena memoria y posiciones radicales , recuerda el caso de Phineas Gage, a quien una barra metálica le destrozó el lóbulo frontal en un accidente laboral, luego de lo cual se transformó de hombre bondadoso en un ser  huraño y blasfemo.
Isabel calla un rato y luego agrega:- Con el caso del hombre de la barra quedó demostrado que somos buenos o malos según lo determina la estructura de nuestro cerebro. Como los trasplantes de sesos no se hacen todavía, es muy recomendable eliminar al criminal o aislarlo en una celda y perder la llave, porque en libertad seguirá con sus fechorías.
Bueno, yo decidí no hablar por sentirme ignorante en asuntos de criminalística. Preferí pensar en cuestiones más pedestres y  me preguntaba si la expresión “tener dos dedos de frente” se relaciona con la materia tratada.

Nuestros vecinos conversan sobre otros temas más ligeros y en correspondencia con nuestro viaje. Capto que hablan de las termas de Catulo; de la República de Saló,  último consuelo de Mussolini; de Monte Bianco y sus divinidades; la batalla de Solferino y su testigo más prominente y necesario: Henri Dunant, quien al presenciar las miserias de la guerra decidió crear  la  Cruz Roja Internacional. En Génova-comenta alguien- hay una estatua de Cristobal Cólon, cuya expresión marmórea de sus labios, según Gorki, se traduce como “sólo triunfan los que tienen fe”.
XX
“Mantener la distancia salva la vida”. El letrero se repite cada cierto trayecto, y creo tiene vigencia no sólo para los automóviles, sino para las personas y la toma de decisiones.
XXI
        Ya estamos en Milán.  Mientras llueve y oscurece aprovechamos para descansar. Hago un recuento de las posibles visitas. Prioritario es ver La última Cena.
 Averiguaré si hay algún recuerdo de Paré.  Ambrosio Paré, padre de la Cirugía moderna, corrigió a su compatriota, Giovanni de Vigo, quien malinterpretaba a Hipócrates cuando afirmaba  que “lo que la medicina no cura, lo cura el hierro, y lo que no cura el hierro lo cura el fuego …”.
Por eso Giovanni de Vigo enseñaba que las heridas de bala debían ser tratadas con aceite hirviendo para evitar la infección, la cual en realidad prosperaba más, porque aumentaba y profundizaba la superficie dañada. En un principio, Paré recurrió a ese método; pero en la guerra de Milán al terminarse el aceite recurrió a una mezcla de yema de huevo con aceite de rosas con resultados positivos. Pero es probable que Paré nunca estuviera Milán, sino que curaba a los soldados, compatriotas franceses, en otro lugar fuera del campo de guerra.
En alguna iglesia de Milán está enterrado Girolamo Cardano, cuyo nombre se recuerda por ser el inventor de un componente mecánico: el cardán. Era médico, matemático y astrólogo. Aunque realizó una destacada actividad anticristiana, recibió cristiana sepultura en la ciudad del Edicto de Tolerancia de la religión que atacó: escribió el horóscopo de Jesús y un homenaje a Nerón. Fue acusado de herejía, encarcelado, liberado, y luego designado astrólogo de la corte papal. Muchas veces, ser enemigo comedido es mejor que ser amigo incondicional.

En Metro llegamos a la Plaza del Duomo. La catedral está abarrotada de gente que asiste a   una misa  por la muerte del arzobispo emérito de Milán Carlos María Martini. Hay música fúnebre y campanadas en  el Duomo con sus estatuas y  pináculos. Curas y monjas de negro se confunden con los feligreses.
Pasamos pórticos y columnas para llegar a la plaza Mercanti con sus acabados arquitectónicos  medievales. Un arco triunfal grande nos lleva hasta la Galería de Victor Manuel II .Paredes, pisos  y vitrinas deslumbrantes con sus decoraciones y pinturas  amalgaman una confusión maravillosa de arte y comercio. Lirios, cruces, lobas de Roma, toros de Turín son objetos para la veneración, el rito, las peticiones y la buena suerte.
Sin darnos cuenta llegamos a la Plaza a la Scala con su famoso teatro de gruesas columnas y afiches anunciando la nueva temporada de óperas y fábulas entre salas de terciopelo, palcos y lámparas brillantes  de cristal de Bohemia.
A unos pasos está la estatua de Leonardo, meditabundo y con una mano en gesto elocuente de haber encontrado la solución a algún problema. Un pájaro sobre su cabeza se mueve hacia todos los lados para demostrarnos que no es parte del conjunto escultural.
Por la Vía Dante llegamos hasta la Plaza Castelo. Una estatua ecuestre de Garibaldi se alza imponente. Recordé una biografía del doctor Pirogov. El cirujano ruso fue consultado sobre una herida que recibió el militar italiano en una pierna. Los especialistas proponían la amputación; pero Pirogov sugirió otro tratamiento, gracias al cual nunca hemos oído hablar del “Mocho Garibaldi”.
Divisamos el Castillo Sforzesco con sus paredes gruesas y torres. En sus aposentos laboró el genio de Leonardo.
Nos acercamos al convento  dominico en la Iglesia de Santa María de las Gracias, donde está la obra pictórica de Leonardo más famosa: La última cena. Nos han informado que la entrada para ver el  cuadro es difícil pero podemos hacer el intento. Nos apresuramos por el bulevar en una tarde fresca que muestra sus primeras sombras. Una sensación rayana en el nerviosismo nos invade de sólo pensar que pronto estaremos frente ante una de las maravillas del arte universal. Un anuncio con el horario de visitas impacta con dureza sobre nuestros sueños: hoy precisamente la exposición está cerrada al público.
 Regresamos abatidos y en silencio. La gente conversa distraídamente en los cafetines al aire libre. Jóvenes alegres pasean en bicicleta. Unos buhoneros africanos empiezan a tender sus mercancías sobre las aceras, tal vez aprovechando la poca vigilancia policial nocturna. Ante unos rieles nos detenemos para esperar el paso de un tranvía.





MILÁN


XI
MILAN
          Mientras llueve y oscurece aprovechamos para descansar. Hago un recuento de las posibles visitas. Prioritario es ver La última Cena.
 Averiguaré si hay algún recuerdo de Paré.  Ambrosio Paré, padre de la Cirugía moderna, corrigió a su compatriota, Giovanni de Vigo, quien malinterpretaba a Hipócrates cuando afirmaba  que “lo que la medicina no cura, lo cura el hierro, y lo que no cura el hierro lo cura el fuego …”.
Por eso Giovanni de Vigo enseñaba que las heridas de bala debían ser tratadas con aceite hirviendo para evitar la infección, la cual en realidad prosperaba más, porque aumentaba y profundizaba la superficie dañada. En un principio, Paré recurrió a ese método; pero en la guerra de Milán al terminarse el aceite recurrió a una mezcla de yema de huevo con aceite de rosas con resultados positivos. Pero es probable que Paré nunca estuviera Milán, sino que curaba a los soldados, compatriotas franceses, en otro lugar fuera del campo de guerra.
En alguna iglesia de Milán está enterrado Girolamo Cardano, cuyo nombre se recuerda por ser el inventor de un componente mecánico: el cardán. Era médico, matemático y astrólogo. Aunque realizó una destacada actividad anticristiana, recibió cristiana sepultura en la ciudad del Edicto de Tolerancia de la religión que atacó: escribió el horóscopo de Jesús y un homenaje a Nerón. Fue acusado de herejía, encarcelado, liberado, y luego designado astrólogo de la corte papal. Muchas veces, ser enemigo comedido es mejor que ser amigo incondicional.

En Metro llegamos a la Plaza del Duomo. La catedral está abarrotada de gente que asiste a   una misa  por la muerte del arzobispo emérito de Milán Carlos María Martini. Hay música fúnebre y campanadas en  el Duomo con sus estatuas y  pináculos. Curas y monjas de negro se confunden con los feligreses.
Pasamos pórticos y columnas para llegar a la plaza Mercanti con sus acabados arquitectónicos  medievales. Un arco triunfal grande nos lleva hasta la Galería de Victor Manuel II .Paredes, pisos  y vitrinas deslumbrantes con sus decoraciones y pinturas  amalgaman una confusión maravillosa de arte y comercio. Lirios, cruces, lobas de Roma, toros de Turín son objetos para la veneración, el rito, las peticiones y la buena suerte.
Sin darnos cuenta llegamos a la Plaza a la Scala con su famoso teatro de gruesas columnas y afiches anunciando la nueva temporada de óperas y fábulas entre salas de terciopelo, palcos y lámparas brillantes  de cristal de Bohemia.
A unos pasos está la estatua de Leonardo, meditabundo y con una mano en gesto elocuente de haber encontrado la solución a algún problema. Una paloma sobre su cabeza se mueve hacia todos los lados para demostrarnos que no es parte del conjunto escultural.
Por la Vía Dante llegamos hasta la Plaza Castelo. Una estatua ecuestre de Garibaldi se alza imponente. Recordé una biografía del doctor Pirogov. El cirujano ruso fue consultado sobre una herida que recibió el militar italiano en una pierna. Los especialistas proponían la amputación; pero Pirogov sugirió otro tratamiento, gracias al cual nunca hemos oído hablar del “Mocho Garibaldi”.
Divisamos el Castillo Sforzesco con sus paredes gruesas y torres. En sus aposentos laboró el genio de Leonardo.
Estamos cerca del convento  dominico en la Iglesia de Santa María de las Gracias, donde está la obra pictórica de Leonardo más famosa: La última cena. Nos han informado que la entrada para ver el  cuadro es difícil pero podemos hacer el intento. Nos apresuramos por el bulevar en una tarde fresca que muestra sus primeras sombras. Una sensación rayana en el nerviosismo nos invade de sólo pensar que pronto estaremos frente ante una de las maravillas del arte universal. Un anuncio con el horario de visitas impacta con dureza sobre nuestros sueños: hoy precisamente la exposición está cerrada al público.
 Regresamos abatidos y en silencio. La gente conversa distraídamente en los cafetines al aire libre. Jóvenes alegres pasean en bicicleta. Unos buhoneros africanos empiezan a tender sus mercancías sobre las aceras, tal vez aprovechando la poca vigilancia policial nocturna. Ante unos rieles nos detenemos para esperar el paso de un tranvía.
 La frustración cede al consuelo de por lo menos haberlo intentado.