AHORA
TENGO MÁS CALMA PARA ESCRIBIRLO
Ahora tengo más calma para escribirlo. El tiempo,
poco a poco, me ha hecho entender y aceptar la terrible realidad. Todos los domingos solía
llamar a mi madre; pero el domingo 21 de septiembre no fue posible.
Cuando
llegué a Las Mercedes le di el último
abrazo, bese su frente y acaricié su rostro frío, lleno de paz, como diciendo:
puedo irme tranquila a mis ochenta años, ya estos nueve muchachos están
grandes.
Pero uno nunca es tan viejo para marcharse definitivamente ni tan
grande para conciliar con la muerte.
Este
golpe me deja la certeza de la absoluta insignificancia de mi existencia.
A mi madre , María Elina Guerra de Malaspina, he
dedicado en primera instancia las
bagatelas de mis libros, títulos y reconocimientos.
Con
su vida sencilla le enseñó a todos sus hijos
la importancia de los valores humanos,
de
los cuales jamás habló porque nunca fue a la escuela, pero eran muy naturales
para ella;
y esa peculiaridad
nos hizo entender también la trascendencia del silencio.
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