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Como
todas las mañanas otoñales, la de hoy, con su cielo oscuro presagiando lluvia,
es melancólica y fría.
A
propósito del camino que lleva a Verona empezamos a recordar algunos hechos y
personajes en esta ciudad de amores imposibles. No fueron Romeo y Julieta los
primeros en sumergirse en una pasión tormentosa; antes, mucho antes, Catulo se
volvió loco por una mujer casada, quien, sin embargo, lo aceptaba y luego lo
rechazaba para nuevamente acogerlo en su regazo. Aunque se dice que Catulo le
cantó con delicadeza lírica, los siguientes versos contradicen esa teoría:
Con
nadie más que conmigo dice mi amada que se uniría,
ni aunque Júpiter mismo se lo pidiera.
Eso
dice: pero lo que dice la mujer enamorada a un amante
conviene
escribirlo en el viento y en el agua rápida.
El
amor incomprendido de Romeo y Julieta terminó trágicamente y con todo un gran
contingente de imitadores, quienes, supuestamente ingerían en altas dosis para envenenarse un medicamento que pasó a llamarse “Veronal”,
para recordar a los enamorados de Shakespeare. Pero el Veronal no se relaciona con los suicidios
provocados por las pasiones desenfrenadas juveniles, como algunos especulan.
Cuando el alemán Adolfo Bayer descubrió la sustancia soporífera la llamó
barbitúrico o barbital en honor a Santa Bárbara porque era el 4 de diciembre, día de la mártir cristiana. El Dr. Josef Mering
decidió probar la efectividad del nuevo fármaco. Emprendió un viaje y se
despertó en Verona.
Isabel
habla de un veronés del Renacimiento,
Girolamo Fracastoro, quien demostró que
la creatividad es una sola, tanto para las ciencias como para los estudios
humanísticos: en un poema describió la naturaleza de una nueva enfermedad
venérea y hasta le dio nombre: sífilis.
La
plaga era llamada enfermedad española, picazón napolitana, mal francés,
italiano, portugués y de otras muchas maneras ofensivas a los respectivos
gentilicios, según el pueblo culpabilizado de su propagación. De acuerdo al
poema fracastoriano, el pastor Sífilis fue castigado por el dios sol por sus
transgresiones sexuales. Sífilis como nombre gustó a todos porque no injuriaba
ninguna nacionalidad.
La
argentina solitaria comenta sobre dos médicos veroneses muy importantes:
Lombroso y Capecchi. El último recibió el Nobel por sus experimentos con
células madres; mientras que Lombroso, dicen no era tan científico como su
paisano genetista porque afirmaba que podía detectar a un criminal por ciertos
rasgos físicos.
Bueno-intervengo
yo-: Más de una vez he escuchado comentarios como “ese tipo tiene cara de
criminal”.
-Yo
apoyo las teoría lombrosianas-dice la argentina- sobre todo en
lo referente a los castigos para los criminales incorregibles: o
encerrarlos de por vida o liquidarlos. Es la única manera de defender a la
sociedad de manera efectiva.
Luego
la maestra mejicana, quien tras su aspecto de anciana venerable con dificultades motoras, esconde una mente
incisiva , una buena memoria y posiciones radicales , recuerda el caso de
Phineas Gage, a quien una barra metálica le destrozó el lóbulo frontal en un
accidente laboral, luego de lo cual se transformó de hombre bondadoso en un
ser huraño y blasfemo.
Isabel
calla un rato y luego agrega:- Con el caso del hombre de la barra quedó
demostrado que somos buenos o malos según lo determina la estructura de nuestro
cerebro. Como los trasplantes de sesos no se hacen todavía, es muy recomendable
eliminar al criminal o aislarlo en una celda y perder la llave, porque en
libertad seguirá con sus fechorías.
Bueno,
yo decidí no hablar por sentirme ignorante en asuntos de criminalística.
Preferí pensar en cuestiones más pedestres y
me preguntaba si la expresión “tener dos dedos de frente” se relaciona
con la materia tratada.
Nuestros
vecinos conversan sobre otros temas más ligeros y en correspondencia con
nuestro viaje. Capto que hablan de las termas de Catulo; de la República de
Saló, último consuelo de Mussolini; de
Monte Bianco y sus divinidades; la batalla de Solferino y su testigo más
prominente y necesario: Henri Dunant, quien al presenciar las miserias de la
guerra decidió crear la Cruz Roja Internacional. En
Génova-comenta alguien- hay una estatua de Cristobal Cólon, cuya expresión
marmórea de sus labios, según Gorki, se traduce como “sólo triunfan los que
tienen fe”.
“Mantener
la distancia salva la vida”. El letrero se repite cada cierto trayecto, y creo
tiene vigencia no sólo para los automóviles, sino para las personas y la toma
de decisiones.
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