VIII
Mis primeras noticias sobre Capri las tuve a
través de algunos médicos famosos
.Inicialmente supe de la isla cuando leí “Sensaciones de viaje”, del galeno
y escritor modernista Manuel Díaz Rodríguez. Luego encontré “Tiberio, historia
de un resentimiento”, de Gregorio Marañón. Más tarde, con Axel Munthe, quien se convirtió en 1880,
a los 23 años, en el Doctor en Medicina más joven de Europa, obtuve otras
referencias. Pero antes, con Suetonio, citado en los estudios sobre la
evolución darwiniana en bachillerato, también oí hablar de la isla por sus
descubrimientos de fósiles muy antiguos.
Llegamos al puerto de Marina Grande. Díaz
Rodríguez subió en mula hasta la ciudad. Nosotros usamos el funicular y los carros
pintorescos, únicos y peculiares de la isla.
El regocijo y disfrute espiritual se inicia
con la travesía marítima. El barco recorre
parajes, mientras se acerca a los farallones, arcos naturales y grutas.
El azul del cielo soleado y claro, la brisa y las gaviotas son parte del
magnífico paisaje. En lo alto se divisa la villa de Tiberio, quien dirigió el
imperio desde ese refugio. Hay muchas versiones para explicar la elección del
emperador. La más probable es que era un hombre hipocondríaco y huía de la
multitud. Los defensores de la teoría humoral creían que el hipocondrio emanaba
vapores que provocaban la enfermedad.
Marañón
cita a Plinio, Suetonio y Tácito. Estos historiadores lo describen con úlceras
y tumores en el rostro que ocultaba con emplastos. De allí su resentimiento y
su temor al público. El médico español cree que Tiberio padecía de sífilis, sin
descartar la lepra. Sus llagas eran curadas
por médicos egipcios con cauterizaciones que lo producían ulceras más
profundas. Era el método curativo de la época recogido por Hipócrates en una de
sus sentencias: “ Lo que la medicina no cura, lo cura el hierro (la cirugía), y
lo que no cura el hierro, lo cura el fuego…”
Tiberio se refugió en Capri, según Marañón,
por su tendencia enfermiza a la soledad. “El hombre del continente que se
encierra en la isla lo hace porque, precisamente, su alma necesita del pequeño
cosmos limitado; como ciertos pájaros prefieren
el universo dorado de su jaula al vasto mundo, lleno de esfuerzos y
peligros”.
A
Tiberio le gustaba hacer las veces de médico, pero odiaba a estos
profesionales. En las guerras atendía personalmente a los soldados heridos y se
preocupaba por sus medicamentos, comida y baño. No obstante, desde muy joven
decidió prescindir de los facultativos. Simplemente los odiaba. En su última
enfermedad sintió dolor en un costado, fiebre y escalofrío. Tenía una pulmonía,
casi seguro. Murió poco después de
negarse a que el médico Charicles le tomara el pulso.
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