A
LA MEMORIA DE JUAN LUIS(JUANCHO)
Edgardo
Malaspina
El
ciclo normal de la vida tiene su sabia
cronología : las nuevas generaciones son
testigos de la desaparición de sus ancestros.
Lo contrario es antinatural e inhumano; y he allí el gran dolor que significa
cuando los padres entierran a un hijo.
Hemos
vivido varios días de angustia, insomnios y lágrimas. Estuvimos aferrados a
cualquiera de las posibilidades salvadoras, por más mínima que fuera. Unimos
nuestra voluntad a la de miles de rogativas que pedían fervorosamente tu pronto
regreso.
Juan
Luis, Juancho. Pronunciamos tu nombre en el silencio de las madrugadas amargas. Invocamos tu vida incipiente de
muchacho alegre, bueno y trabajador. Argumentamos ante la razón y las fuerzas
del bien la necesidad imperiosa de tu libertad para ver nacer y crecer un
retoño que el vientre de una buena mujer
alberga.
Fueron
muchas peticiones ligadas por el hilo de la esperanza de que un rayo de luz o
un toque mágico despertara en el cerebro de tus captores un gesto de compasión,
por infinitesimal que fuera.
Pero
la oscuridad no pudo ser conjurada. La maldad de mentes torcidas y criminales
se impuso para alertarnos una vez más que nuestra sociedad ha sido convertida
en un antro, donde el hombre es un lobo
para el hombre.
No
podemos imaginarnos cuánto sufriste ante las hienas que te torturaban. No
podemos imaginarnos el desconsuelo de tus padres, porque no existe un
instrumento para medir el dolor de perder a un hijo. Esa es una aflicción
inconmensurable. Ese es un pesar insuperable.
El
asesinato de Juancho ha sido el golpe más duro que ha recibido nuestra
parentela, la huella más atroz que nos dejó el destino.
Juan
Luis, muchachón de pueblo. Sangre derramada injustamente. Pendón de la
inocencia.
Juan
Luis, hijo de Eduardo y de todos nosotros , porque, como dijo Andrés Eloy
Blanco, cuando se tiene un hijo, se tiene al hijo de la casa y al de la calle
entera.
Juancho,
estarás siempre en nuestro pensamiento y en nuestros corazones.
Paz a tu alma, mártir de la familia Malaspina.
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